clonacion

EMBRIOLOGIA Hijos de sí mismos Para poder replicar a un animal adulto primero ha sido necesario «dormir» el DNA de la célula donante Seguramente, si al pasear con el coche por el campo se cruzase con un grupo de ovejas clónicas -o sea, exactamente iguales genéticamente- pastando en una montaña no se daría ni cuenta. Otra cosa muy distinta sería, por ejemplo, entrar a un vagón de metro y encontrarse consigo mismo, con su alter ego, una persona exactamente igual que usted. Una y otra situaciones son posibles, en teoría, desde el momento en el que el equipo de científicos del Instituto Roslin de Edimburgo presentó oficialmente el pasado sábado en sociedad a la primera oveja clónica obtenida por trasplante nuclear desde un animal adulto de seis años de edad. Todo el mundo la conoce ya. La foto de la oveja Dolly ha dado la vuelta al mundo y ha estado apareciendo en todos los rotativos desde hace días. Dolly nació el pasado mes de julio, pero sus creadores, los que la fabricaron en el laboratorio, han sabido mantenerla en secreto hasta el sábado pasado, justo el tiempo necesario para patentar el revolucionario descubrimiento. El animal es, o parece ser, absolutamente normal en todo salvo en la forma en la que fue concebido. Esta es la primera vez que se logra clonar un animal adulto, lo cual va a suponer sin duda una revolución en la biomedicina. El éxito de este experimento científico tiene una dimensión tal y ha sido tan inesperado, incluso para la comunidad científica, que algunos expertos empiezan a pensar que en un futuro no muy lejano quizá se debería cambiar el nombre que designa a un grupo de ovejas (rebaño) por el de clon. El éxito del equipo británico, liderado por el doctor Ian Wilmut significa un paso de gigante para la Ciencia. Y hay quien cree que cuando se escriban los libros de historia en el futuro, se hablará de la segunda mitad del siglo XX como la etapa en la que se logró la clonación de animales, del mismo modo que ahora se conoce a la mitad del siglo XIX por la Revolución Industrial. El logro de los científicos con la oveja Dolly que se publica hoy en Nature nada tiene que ver con los intentos de clonar animales realizados hasta ahora: el equipo de Wilmut ha reemplazado el material genético del óvulo de una oveja por el DNA de otro animal adulto y, de esta manera, se ha logrado crear una oveja -Dolly- que es un clon de un adulto. Los experimentos anteriores para clonar animales adultos se habían limitado a dividir los embriones en un estadio inicial, poco después de que el óvulo es fecundado por el espermatozoide. Por eso se cree que Wilmut es el primero que ha creado un clon utilizando el DNA de un adulto. Y es que, hasta ahora, los científicos creían que una vez que las células se habían diferenciado hasta convertirse en células de un ojo, o de la piel o, en el caso del experimento de Wilmut, del tejido mamario- su DNA ya no serviría para formar otro organismo desde cero. Ahora, mirando hacia atrás con perspectiva, parece que la técnica de Wilkin es sencilla, pero a nadie se le había ocurrido. Sin embargo, para entender el proceso, su importancia y las diferencias con las técnicas anteriores, bien merece la pena repasar los pasos que han recorrido los investigadores a lo largo de la historia en su intento de clonar animales. La historia de la clonación La palabra clon ha ido adquiriendo nuevos usos con el tiempo. Al principio se utilizaba para designar una población de células u organismos obtenida por reproducción vegetativa (asexual) de una sola célula u organismo, de modo que todos los miembros de un clon tienen la misma constitución genética. Más tarde, cuando la ingeniería genética permitió multiplicar un gen o un fragmento de DNA en las bacterias, se extendió el término a la clonación de genes. Pero, con los animales superiores, la idea de la clonación se hacía difícil ya que no se pueden reproducir asexualmente. Así, para clonarlos hay que eliminar quirúrgicamente el núcleo de una célula fecundada (cigoto) y sustituirla por el núcleo entero de otro animal. Los primeros experimentos de este tipo se hicieron con anfibios. Se eligieron los óvulos de rana porque esta célula es grande, sencilla de obtener y bastante fácil de manipular. Finalmente, estos estudios obtuvieron un éxito relativo y se lograron crear ranas clónicas, exactas unas a las otras, con la misma dotación genética. Para ello se cogieron unos óvulos de rana y se les quitó el núcleo. Y, por otro lado, se extrajo el núcleo de células embrionarias todavía totipotentes (es decir, que estaban en un estadio del desarrollo inicial desde el que podían derivar a cualquier tipo de célula). El núcleo de las células embrionarias se introdujo en los óvulos enucleados (sin núcleo). O, dicho de otra forma, se trasplantó el núcleo de las células de una rana al óvulo sin núcleo de otra rana, y, como resultado, se desarrollaron ranas adultas. Sin embargo, cuando se intentó el mismo experimento con núcleos extraídos de fases más evolucionadas -renacuajos o ranas adultas- el experimento falló y los embriones resultantes no llegaron a vivir mucho tiempo. Este estudio sirvió para descubrir que algo debía ocurrir con los núcleos de las células donantes más desarrolladas que los hacía incompatibles con el citoplasma en el que eran implantados. El nuevo núcleo era incapaz de sustituir al de la célula embrionaria. Ese algo -la función del núcleo que lleva el material genético con las órdenes pertinentes para estructurar el desarrollo de un ser vivo, (para hacer, por ejemplo, que la cabeza crezca en una parte y sólo ahí)- ha sido un gran misterio para la ciencia desde que el doctor Spemann se lo planteó por primera vez, hace 60 años: ¿Son los núcleos celulares equivalentes? ¿Es el genoma continuo durante el desarrollo? O, dicho de otra forma, ¿es viable un animal si se cambia un núcleo de un animal por el núcleo del óvulo de otro? ¿Se pueden clonar seres adultos? En 1952 se logró el primer éxito al clonar las ranas, pero quedaba pendiente la duda de si sería posible dar el mismo paso con animales superiores, con mamíferos, y, sobre todo, si sería posible implantar el núcleo de un animal adulto en un óvulo enucleado. Así que, los científicos se pusieron manos a la obra y lo intentaron con ratones. Corrían los años 80. Pero el fracaso fue rotundo. Se siguió exactamente el mismo protocolo, pero los ratones se desarrollaban con múltiples malformaciones y no pasaban de embriones. Sin embargo, después de esos intentos fallidos, otros experimentos con otro tipo de mamíferos -vacas y ovejas- han resultado más esperanzadores. Esa es precisamente la tarea que ha ocupado la vida de los investigadores escoceses del Instituto de Edimburgo, creadores de Dolly, desde hace décadas. El primer mamífero que se logró clonar fue una oveja. Los núcleos donantes, en este caso, provenían de un estado inicial del desarrollo del embrión (cuando la mórula, que así se llama a esta fase, tenía sólo unas 8-16 células). También fue Wilmut y su equipo del Instituto de Edimburgo el que logró clonar la primera oveja. El artículo salió en Nature el año pasado. Pero, Wilmut y sus colaboradores han guardado un as en la manga desde el pasado julio: el estudio del Nature de hoy muestra por primera vez que se pueden obtener animales clónicos con el mismo procedimiento que hasta ahora pero a partir de núcleos de embriones más maduros. Y, lo más importante, es que una de las ovejas producidas por su experimento -la estrella, Dolly- procede de una línea celular que cogió su fuente de material genético a partir de las células de la glándula mamaria de una oveja de seis años de edad. La diferencia ¿Pero qué es lo que ha hecho viable a Dolly, y qué es lo que falló en los anteriores intentos de trasplantar núcleos de células adultas? Parece que la clave del éxito está en la compatibilidad entre el núcleo implantado y el citoplasma del óvulo receptor. Wilmut pensó que si las células donantes estuviesen fuera del ciclo celular, es decir, en fase G0, o, para entendernos semi-dormidas, quizás, al implantar el núcleo en el óvulo receptor se sincronizaría el desarrollo y se formaría un embrión viable y sin defectos genéticos. Y así fue. Wilmut colocó a las células en un cultivo, y manipuló su DNA hasta dejarlo en la fase quiescente. Después, sacó el núcleo de un óvulo que había sido extraído de otra oveja e introdujo el material genético de la oveja adulta en el óvulo enucleado. Cuando el material de las dos células (citoplasma del óvulo y núcleo de la célula del tejido mamario) se fundió, empezó a crecer con normalidad y Wilmut implantó el embrión en desarrollo en una tercera oveja que hizo de madre de alquiler. Este tercer animal es el que trajo al mundo a Dolly el pasado mes de julio. Este experimento ha demostrado que el mayor problema en el trasplante de ovocitos era la incompatibilidad del ciclo celular, y que al no tener esto en cuenta hasta ahora se creaban anormalidades cromosómicas una vez que se iniciaba el desarrollo del embrión. Estos resultados tienen una importancia radical. No sólo resuelve las dudas sobre la continuidad del genoma sino que se va a revolucionar el mundo de la ingeniería genética, la manipulación de animales para convertirlos en fábricas de fármacos, o para estudiar, por ejemplo, el envejecimiento. Ian Wilmut Era necesario guardar el secreto Se ha roto la ultima barrera Capitalistas en el laboratorio Una historia que dura 45 años(GRÁFICO)